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La primera línea de trabajadores de salud pública fue invisible en la pandemia

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Durante la emergencia por COVID-19, Colombia montó redes de vigilancia, monitoreo y vacunación que operaron de manera incansable desde las secretarías de salud, pero lo hizo con un personal que ya venía desgastado, precarizado y subvalorado. Así lo revela un estudio cualitativo liderado por el Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Universidad de los Andes y la Universidad Industrial de Santander, en el marco del proyecto ÁGORA, una alianza financiada por Minlciencias para identificar qué funcionó y qué no durante la pandemia.

Este recurso hace parte del resultado de investigación: La primera línea de la salud pública durante la pandemia por COVID-19 en Colombia

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La primera línea de respuesta en salud pública, encargada de labores como vigilancia epidemiológica, procesamiento de muestras, toma de decisiones, vacunación, comunicación de riesgos y coordinación territorial, fue invisibilizada durante la pandemia, a pesar de su rol crítico, y el foco de reconocimiento estuvo sobre el personal clínico.

Así lo concluye un estudio publicado en la revista ‘Frontiers’, desarrollado por Sandra Martínez, Adriana Díaz del Castillo, Johana Linares, , Natalia Niño, Álvaro Idrovo y Myriam Ruiz y Catalina González, investigadores del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina de la Universidad de los Andes y el Departamento de Salud Pública de la Universidad Industrial de Santander.

Los investigadores recogieron los testimonios de 83 trabajadores de salud pública -la mayoría mujeres- que estuvieron en primera línea durante la pandemia en distintos niveles del sistema, desde municipios hasta el nivel nacional. Como explica el estudio que hace parte del proyecto ÁGORA, quienes trabajaron desde una perspectiva poblacional -orientando decisiones sanitarias, comunicando riesgos y gestionando recursos- no fueron parte del discurso oficial ni recibieron incentivos, a pesar de operar en condiciones igual o más exigentes.

Ese abandono no fue solo simbólico. Los testimonios recogidos en la investigación dan cuenta de sobrecarga laboral, episodios de ansiedad y depresión, desmotivación y hasta la renuncia a continuar en el sector público. La precariedad contractual, que ya existía antes del COVID-19, se agudizó durante la emergencia: muchos trabajaron sin contratos formales, sin garantías mínimas y con alta exposición pública, como muestra el análisis cualitativo del proyecto ÁGORA.

Invisibles en la primera línea
Uno de los hallazgos más elocuentes del estudio fue el sentimiento de invisibilidad que experimentaron quienes enfrentaron la pandemia desde la salud pública. Una funcionaria del Ministerio de Salud, por ejemplo, se preguntó por qué el decreto de incentivos económicos para el personal de primera línea no los incluía. “Fuimos tan invisibles hasta para nosotros mismos”, sentenció, reflejando una omisión incluso desde la institucionalidad encargada de garantizar su bienestar.

Las cargas laborales, según se detalla en el artículo, eran abrumadoras. Una funcionaria de vigilancia epidemiológica municipal narró cómo la presión la llevó a una crisis de ansiedad y depresión: “El teléfono era a la 1:00 a. m., 2:00 a. m., y yo me volvía a levantar a las 6:00 a. m. (…) Fue bastante estresante todo ese proceso”. Otra tomadora de decisiones municipales agregó que, además de responder a Presidencia, Ministerio y entes de control, debía lidiar con una estructura jerárquica que tampoco cuidaba de su salud mental.

La falta de preparación y apoyo institucional fue otra constante. Algunos trabajadores no recibieron equipos de protección personal -algo tan básico como tapabocas-, ni vacunas a tiempo, y mucho menos acompañamiento psicológico. Como lo resumió uno de los entrevistados: “Para ayudar a los demás, primero tiene que estar bien uno, como en el avión y la máscara de oxígeno”.

Todo esto sucedía mientras trabajaban bajo contratos temporales, con procesos de contratación demorados o interrumpidos. Esa debilidad estructural mermó la capacidad de respuesta institucional justo cuando más se necesitaba, concluyeron los investigadores.

“Agradecemos el tiempo y la generosidad de las personas que nos compartieron sus experiencias. Nuestra intención no es restar importancia a la primera línea clínica, sino que se incluya a la primera línea de la salud pública dentro de este grupo de trabajadores que también enfrentaron la pandemia, pero desde lo poblacional. Honramos su trabajo y dedicación en la respuesta a la emergencia por COVID-19”, explicó Sandra Martínez, líder del estudio.

Lo que debemos aprender
La principal lección que proponen los investigadores a partir de los testimonios recogidos es clara: no se puede enfrentar una pandemia sin una salud pública robusta y cuidada y eso implica reconocimiento, bienestar y estabilidad laboral para el personal que trabaja desde lo colectivo.

Una de las recomendaciones más insistentes del estudio es que los equipos de salud pública de las secretarías y del Ministerio de Salud tengan contratos de doce meses, lo cual evitaría la rotación y permitiría preservar la memoria institucional. También se propone diseñar planes de cuidado emocional y mapas de sucesión que preparen a las instituciones para futuras emergencias prolongadas.

En cuanto a la gobernanza, los autores del artículo científico evidencian cómo las lógicas punitivas de entidades como la Procuraduría o la Contraloría afectaron la autonomía de los equipos territoriales. Sugieren, en cambio, enfoques más constructivos que fortalezcan la acción pública sin generar miedo o paralización en la toma de decisiones.

Además, piden visibilizar de forma sostenida a quienes conforman esta primera línea de salud pública: desde epidemiólogos hasta bacteriólogos, pasando por técnicos administrativos y asesores de políticas. Darles voz y rostro es un paso clave para dignificar su labor y mejorar la confianza en las instituciones.

“Durante la pandemia, el grueso del talento humano en salud pública -epidemiólogos, salubristas, bacteriólogos, vacunadores, técnicos de vigilancia, analistas de datos, comunicadores del riesgo y tomadores de decisiones territoriales- operó sin reflectores, pero fue el engranaje invisible que sostuvo la respuesta. Reconocer, proteger y estabilizar laboralmente a quienes trabajan desde lo colectivo no es solo una deuda histórica, sino una condición indispensable para responder a futuras emergencias”, concluyó la doctora Zulma Cucunubá, directora de la Alianza ÁGORA.

Para la próxima vez que Colombia enfrente una epidemia -porque habrá una próxima vez-, los investigadores advierten que no bastará con reforzar hospitales o comprar ventiladores. La salud pública debe ocupar el centro de la estrategia. Cuidar a quienes nos cuidan desde lo colectivo es, más que un acto de justicia, una condición básica para que el sistema funcione. Sin salud pública fortalecida, no hay respuesta posible.

¿Qué aprendimos de la pandemia? AGORA: lecciones para futuras emergencias sanitarias

Esta nota periodística fue publicada en el medio EL ESPECTADOR, puede consultarla en el siguiente link: https://www.elespectador.com/salud/de-lo-que-nunca-conversamos-la-primera-linea-invisible-en-salud-en-la-pandemia/

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