Resultado de Investigación
Durante la pandemia, Colombia enfrentó una dolorosa verdad: no pudo responder a la emergencia con vacunas propias. Aunque el programa de vacunación alcanzó altas coberturas una vez llegaron las vacunas, la dependencia total del suministro internacional, agravada por la competencia global y la escasez, dejó al país en una posición vulnerable. Así lo revela un estudio del proyecto ÁGORA, una iniciativa financiada por Minciencias que busca identificar qué funcionó y qué no durante la emergencia sanitaria por COVID-19.
Este recurso hace parte del resultado de investigación: Hacia la Soberanía Sanitaria: restableciendo la producción de vacunas humanas en Colombia
En los primeros meses del Plan Nacional de Vacunación contra el COVID-19 cada dosis era un tesoro. Solo hasta febrero de 2021, semanas después de otros países de la región, Colombia recibió un primer lote de vacunas de Pfizer. Fueron solo 50.000 que comenzaron a aplicarse en poblaciones priorizadas. Resulta paradójico que, en un escenario de escasez tan crítico como el que mostró la pandemia en sus inicios, y a pesar de contar históricamente con la capacidad para producir cierto tipo de vacunas, el país no pudiera retomar ni producir las suyas para atender la emergencia, una consecuencia directa de la interrupción de sus capacidades en el pasado.
De hecho, aunque hasta 2002 el país producía vacunas contra enfermedades como la rabia y la fiebre amarilla, esas capacidades se desmantelaron. Hoy, Colombia depende completamente de las importaciones para su Plan Ampliado de Inmunización (PAI), una situación que compromete tanto la salud pública como la seguridad nacional.
El informe de política “Hacia la Soberanía Sanitaria: Restableciendo la Producción de Vacunas Humanas en Colombia”, escrito por Arelis Coral, María Lemos, Jennifer Murillo, Magda Cepeda y Zulma Cucunuba, expertas de la Pontificia Universidad Javeriana, el Fred Hutchinson Cancer Center (EE. UU.) y la Universidad Antonio Nariño, en el marco del proyecto ÁGORA, advierte que esta dependencia implica riesgos críticos ante futuras emergencias sanitarias y propone un camino para construir una producción sostenible de vacunas a nivel local.
Durante la pandemia de COVID-19, América Latina se vio obligada a mirar hacia adentro. Los retrasos, las inequidades en el acceso a vacunas y la concentración de su producción en países del norte global obligaron a la región a repensar su capacidad de respuesta. Colombia no fue la excepción. La ausencia de autonomía en vacunas humanas dejó al país a merced de la cooperación internacional y de decisiones comerciales ajenas. A pesar de esfuerzos multilaterales como el mecanismo COVAX, la región quedó en deuda consigo misma. Y es que el suministro regional en América Latina y el Caribe sigue siendo insuficiente y condicionado por factores externos.
Este reconocimiento llevó a retomar una pregunta incómoda: ¿por qué Colombia no produce sus propias vacunas? La investigación, que combinó revisión de literatura, encuestas a 73 instituciones y entrevistas a 26 actores clave, señala que el país cuenta con fortalezas en investigación básica, programas académicos, capacidades regulatorias e iniciativas como Vaxthera, BogotáBio, ColombiaVac, pero también enfrenta debilidades profundas en infraestructura, formación técnica, producción de insumos y articulación de esfuerzos regulatorios, principalmente.
Radiografía del ecosistema colombiano de potenciales vacunas
Una de las principales fortalezas identificadas por las investigadoras en el estudio es el dominio en investigación y desarrollo en ciencias biológicas, microbiología, virología e inmunología, con un ecosistema científico que trabaja activamente en cultivos celulares, antígenos y tecnologías como proteínas recombinantes. Sin embargo, esas capacidades están mayoritariamente concentradas en etapas iniciales del proceso y no en la producción industrial a gran escala. La mayoría de las instituciones encuestadas reportó trabajos en investigación básica más que en manufactura, lo que limita la posibilidad de escalar procesos para abastecer al país.
También se evidenció una preocupante falta de talento humano: faltan perfiles técnicos e ingenieriles claves para la producción industrial de vacunas. Aunque hay mayor cantidad de profesionales en ciencias biológicas, escasean perfiles en ingeniería química, industrial o mecánica, así como en áreas de soporte como mantenimiento, regulación, propiedad intelectual o control de calidad. Esta brecha de talento, según se concluye de la encuesta a 73 instituciones incluida en el estudio, representa un obstáculo crítico para avanzar hacia una soberanía sanitaria real.
En cuanto a la infraestructura, se encontró que Colombia presenta una alta dependencia de insumos importados esenciales para la producción de biológicos, como placas de ELISA, medios de cultivo o puntas de pipeta. Además, la capacidad instalada está mayormente limitada a laboratorios BSL1 y BSL2, con mínimos espacios BSL3, que son clave para trabajar con patógenos de alto riesgo. El uso de biorreactores industriales es escaso y más frecuente en la industria veterinaria que en la humana.
El control de calidad es otro frente crítico. Aunque 72 % de las instituciones encuestadas afirmó realizar actividades en esta área, muchas de ellas se limitan a protocolos básicos de bioseguridad o mantenimiento. Apenas un 34 % realiza cultivos de células mamíferas y menos de 20 % detecta contaminantes como bacterias, hongos o virus. Las investigadoras señalan que es indispensable implementar una cultura de calidad integral desde la etapa de diseño y desarrollo, con estándares como BPL, BPC y BPM.
“Prepararnos exige apuestas audaces, porque la soberanía se forja también en un futuro con verdadera vocación industrial e innovadora”, explica Arelis A. Coral, investigadora principal del estudio.
Claves para futuras pandemias
Y entonces, ¿cómo lograr la autonomía sanitaria en vacunas? El estudio subraya que no será posible sin un marco regulador robusto y armonizado con estándares internacionales. Aunque Colombia cuenta con una normativa extensa para biológicos, su aplicación práctica es débil. El Invima debe fortalecerse hasta alcanzar un nivel 4 de madurez, lo que permitiría auditar procesos y habilitar exportaciones, según explican las autoras tras analizar la normatividad.
Otro punto clave que resaltan es la necesidad de una política estatal clara de compras a largo plazo. Sin compromisos sostenidos de adquisición por parte del Estado, las inversiones privadas o público-privadas pueden perder viabilidad. En ese sentido, las investigadoras proponen establecer un modelo estratégico de compra que priorice la producción nacional y permita posicionar a Colombia como proveedor regional, aprovechando esquemas como el Fondo Rotatorio de la OPS.
Otra recomendación que hacen las investigadoras es dejar de intentar empezar desde cero. La vía más efectiva -dicen- es priorizar alianzas estratégicas con fabricantes que ya cuenten con procesos aprobados por la OMS. Y así, proponen que la transferencia tecnológica, junto con fondos permanentes para infraestructura y talento, permitiría acelerar la curva de aprendizaje y consolidar una producción local sostenible.
“La pandemia abrió la conversación que Colombia había postergado: recuperar su soberanía sanitaria en vacunas. Pero ese camino exige más que ciencia y experiencia; requiere un ecosistema industrial, regulatorio y humano que se construye con decisión política y visión estratégica”, concluye la doctora Zulma Cucunubá, directora de la Alianza ÁGORA.
Finalmente, para la próxima vez que Colombia enfrente una pandemia –porque habrá una próxima vez–, las investigadoras advierten que no bastará con importar vacunas a último minuto. La autonomía sanitaria debe construirse antes, con una visión de largo plazo, recursos sostenidos y decisiones audaces.
¿Qué aprendimos de la pandemia? AGORA: Lecciones para futuras emergencias sanitarias
Esta nota periodística fue publicada en el medio Signos vitales, puede consultarla en el siguiente link: https://signosvitales.pulzo.com/vacunas-que-no-llegaron-por-que-colombia-dejo-de-producirlas-y-que-se-necesita-para-recuperarlas/