Durante la pandemia el personal de salud pública (vigilancia, laboratorios, vacunación) fue la primera línea esencial de respuesta a nivel poblacional.
A pesar de su rol crítico, este personal se sintió invisibilizado y subvalorado, sin recibir el mismo reconocimiento que el personal clínico asistencial.
Enfrentaron sobrecarga laboral extrema, inestabilidad contractual y precariedad histórica, lo que generó ansiedad, depresión y agotamiento.
Llevó a desmotivación y posibles cambios de trayectoria laboral, amenazando la pérdida de memoria institucional vital para futuras emergencias.